miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cartas de Papá :)


Querida hija.


Quieres aprender a dibujar estrellas y yo enseñarte, de modo que veas correr el lápiz sobre la hoja tantas veces, una tu y otra yo para imitar los movimientos.


 Dibujar toda la tarde, a los planetas, la luna y unos cometas, donde el universo de los dos se complete con el sonido de tus rayas y las mías sobre el papel.


 La compañía silenciosa de aquel ejercicio de dibujo, frente a la estación del Melocotón. Donde los grillos escondidos tras las hojitas llamaban a pololear a sus grillas.


Y nuestros pasos alegraban con historias inventadas la oscuridad de la bóveda en el Cajón.



 Aprendimos la teoría de amor controlado, del amor a gotitas.

Cuando la Ina nos contaba su teoría de amor controlado, la imagine a ella dentro de una historia inventada. Ella estaba con un canasto lleno de los limones del amor.

 Exprimiéndolos estaba junto a un mesón, a todos ellos, tan contenta que cantaba, feliz como una perdiz.

Al terminar de exprimir todos los limones del amor de ese gran canasto, vaciaba el zumo, en un botellón muy grande, al que le conectaba una manguera y con gran pericia lo volcaba sobre un atril bocabajo.

 Conducía  el zumo, a un alambique donde lo destilaba y concentraba para meterlo en un frasquito muy pequeño que le colgaba de una gruesa cadena de plata muy fina, alrededor del cuello.

Los tres nos vimos las caras esa noche, en el comedor del montañés. Y largo rato sin mirarnos, sin hablarnos nos fuimos despidiendo despacito, con cariños y aventuras en el cerro.  Guardando el amor en ese frasquito para derramar sus gotitas la próxima vez y sentir amor concentrado (según la receta de la Ina.)

 Yo una vez creí tener un huerto interminable de limoneros del amor y la verdad es que ese es un árbol raro, si te encuentras uno concentra el jugo de sus frutos y usalo controladamente hasta tener tu propio huerto.


Nos bañamos en el arroyo de los Guarisapos y la Ina nos sorprendió, ahora con sus habilidades para la pesca del Guarisapo con botellas desechables y cantamos.

La pena de la sirena.


 Sucedió cuando fuimos por el día a Santo Domingo arrancando del calor de Santiago en el auto de la abuela. Era un día nublado pero de temperatura agradable.

 
En esa tarde construiste la sirena de arena y tu prima un castillo árabe, a la hora en que la marea empezaba a subir.

 La linda sirena, parece que iba a saltar de la arena, para ponerse a jugar contigo, antes de terminar los últimos retoques.

 La marea seguía subiendo. Yo también quería terminarla. Solo faltaban las palabras mágicas o el perfecto orden de  los elementos para que tomara vida y hasta podríamos haberla hecho real, pero la marea la vino a buscar.

 Por eso ahora te cuento, que si estuvo viva la sirena mientras jugaron tú y ella durante toda la tarde en la playa a la orilla del mar pero la marea subió muy rápido, tan rápido que no la terminaste.

 Su padre, Tritón el rey del mar mando a buscarla, porque después de la última marea de la tarde, ella debe volver a casa con su papa, en el fondo del mar.  
Y  tu con migo a casa.




Besos y abrazos
Papa.

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